jueves, 10 de julio de 2014

Éxtasis de cuando en cuando.

La última bombilla de la habitación jugaba al despite, y al final, decidió fundirse. Haciéndonos un favor a las dos, todo se quedó en silencio, había llegado el final de la canción. Los instrumentos, uno a uno fueron yéndose, al igual que las excusas que nos quedaban para comernos con las manos.

Preferí girarme, contar hasta tres o hasta trescientos treinta y tres, preferí sentir el frío a abrir la persiana para ver como te vestías. Preferí no decirte lo que pensaba, por si de casualidad causada nos veíamos y así tener un as en la cama o simplemente para rozarte con mis excusas la espalda.

Mi boca siempre tan medrosa, y para intentar disculparse, mi meñique le explicaba a tu ombligo que el epicentro de mi vida es tu encéfalo, que soy torpe, pero tengo buen fondo, que me enfado, que me irrito, pero que en ti empieza y acaba todo.

Si te vas, les diré a los ilustrísimos locos que me hacen estudiar, que no tienen ni idea de paranoias. Pues como puede ser si no que nuestra historia la escribiese Walt Disney, fuese un monólogo de humor, "La náusea" de Sartre y una película porno. Les explicaría también que amarte es la mayor locura que hay que hacer antes de irse a dormir cada noche, que morir es dejar de llorarte cada día por no acostarnos juntas e incluso les contaría, que me inventé figuras literarias para explicar tu nombre. Se encendió la bombilla de nuevo y seguías tan desnuda como te dejé...

Rozas ser delirio 
y milagro a la vez,
cuando sonríes vuelvo a ser niña
creyendo en la magia otra vez . 




No hay comentarios:

Publicar un comentario