Me apeteces en la cama, así como a media tarde, con olor a cerveza y sabor a sexo. Me apeteces despacio en una prisa que acontece tus bragas a mis calcetines. Maldíceme al pronunciar mi nombre, por convertir todo el otoño en una noche de verano. Y vuelve a maldecirme por asediar sin piedad tus orejas con mis palabras. Distancia, es lo que hay entre tu ombligo y mis lunares, la distancia es la mejor amiga de toda la cobardía que nos sobra.
Ha sido horrible la sensación de querer llenarte el cuerpo de garabatos, verdaderamente horrible el hueso de tu cadera que ha desatado la curiosidad de mis manos. Todas las musas te envidiaban, por bonita, y de mí se vengaban, por engañarlas contigo. Haciendo compañía a las númenes estaban nuestros egos, perdiéndose en clítoris ajenos, entendiendo que el infierno es demasiado estrecho para los pecados que nos quedan por inventar.
El amor y el sexo son dos amantes que no se entienden en la cama. Agua y aceite, dos enamorados que sueñan con compartir densidades. Tú y yo somos dos corazones sin mitades que sólo saben querer a base de moratones y mueren si los abrazan.
Ha sido horrible la sensación de querer llenarte el cuerpo de garabatos, verdaderamente horrible el hueso de tu cadera que ha desatado la curiosidad de mis manos. Todas las musas te envidiaban, por bonita, y de mí se vengaban, por engañarlas contigo. Haciendo compañía a las númenes estaban nuestros egos, perdiéndose en clítoris ajenos, entendiendo que el infierno es demasiado estrecho para los pecados que nos quedan por inventar.
El amor y el sexo son dos amantes que no se entienden en la cama. Agua y aceite, dos enamorados que sueñan con compartir densidades. Tú y yo somos dos corazones sin mitades que sólo saben querer a base de moratones y mueren si los abrazan.
Por tu acento lleno de calor
por mi gris metrópoli

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