lunes, 10 de noviembre de 2014

Una de frío para dos.

Pensé, ingenua de mi que tres ideas utópicas serían suficiente para que te quedases a dormir, valiente gilipollas. Me di cuenta tarde de que eras oscuridad y que tenías miedo a los monstruos de las emociones, por eso te convertiste en invierno, yo que quería que me llenases de calor, de flores y de color. Y de lo único de lo que me llenaste fue de silencios que formaban huracanes descontrolados, de balas malditas y sábanas frías.

Me vengué de todos los sextetos de cuerdas en tu honor, pero solo me hice más daño. Tú, indiferente como siempre, me desangraste todas mis hojas dejándolas en blanco. Cada uno de tus puntos fue una bala con mi nombre y cada vez que veo tu foto, doblo la esquina hacia el purgatorio. A veces oigo tu nombre en las notas más tristes de los violines.

Tengo la mente llena de palabras que hablan sobre ti, al final se las acabo regalando a las demás, como si eso te quitase importancia. Nunca comprendí que entre dos abismos sólo hay distancia y no hay puentes que arreglen eso y esto era la metáfora de tu espalda infinita sin espacio para mis manos.


Mis grafías te envían recuerdos.





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